lunes, 21 de abril de 2008

Boda en La Pileta (29 septiembre 1.974)



En este blog de mis Memorias Subterráneas, no sería lógico que obviara una “salida a una cueva” de las que más marcaron mi vida. Me refiero, claro está, al día de mi boda celebrada en el Salón del Pez, en la Cueva de La Pileta, (Benaoján). Casarme en ese lugar tuvo su lógica, y no estuvo ligado a ningún capricho pasajero: desde hacía cinco años, todo mi tiempo libre andaba alrededor del mundo de la espeleología.

Mi atracción por el mundo subterráneo, y en particular por la Cueva de la Pileta, venía desde que con unos ocho años escuché el relato de mis primos, mayores que yo, que habían hecho una excursión en bici y en medio de una tormenta llegaron al cortijo de Los Bullón, guardas de la Pileta, Allí fueron acogidos con todo cariño, dándoles un techo donde cobijarse. Yo escuchaba esa historia y me imaginaba aquel remoto lugar al que mis primos llegaron después de recorrer kilómetros por un camino de tierra que serpenteaba entre un impresionante canchal de piedras calizas.

Mi abuelo, que había visitado la cueva antes de que estuviesen tallados los escalones que hoy día facilitan el paso a los turistas, tenía un librito llamado “La Cueva de la Pileta”, de Simeón Giménez Reyna, publicado en 1.958. Desde que lo descubrí, lo leía ávidamente, y toda mi idea iba encaminada a que algún dia bajaría su “ Gran Sima” de 72 metros, como en él se decía.

Con motivo de una visita familiar en 1.970 a esta cueva, coincidimos con el grupo Geoespeleológico de la O.J.E. que realizaba la bajada a esta sima. Me faltó tiempo para preguntar allí mismo que cómo lo podía hacer yo también. Al día siguiente, lunes, estaba en el local de Tejón y Rodríguez, tal y como me habían indicado. Y así fue como poco más de un mes después bajé esa sima (siendo la primera sima que bajaba, ya que solo me dio tiempo antes a hacer salidas a pequeñas cuevas como La Raja del Humo, La Higuera , Cueva del Toro...

Y así fue como conocí a José A. Berrocal, presidente del grupo, con quien cuatro años después me casé. No soy una persona muy convencional, así que la idea de entrar en una iglesia para casarme no me atraía en absoluto. Pensé que sería mucho más afín con nuestras aficiones el realizar la ceremonia dentro de una cueva, y elegimos este Santuario Prehistórico. Los hermanos Bullón, grandes amigos nuestros, no pusieron ningún impedimento. Es más, ese domingo cerraron al público la cueva. Se pusieron en todo a nuestra disposición, algo que siempre les agradeceré, porque consiguieron que fuera un día muy especial, en que para nosotros comenzaba una forma diferente de vivir la vida, y lo hicimos rodeados de nuestros amigos espeleólogos que vinieron de muchas provincias andaluzas.

Aunque este matrimonio, que duró dieciocho años, tuvo como todos, sus luces y sus sombras, puedo decir con toda sinceridad, que la Cueva de la Pileta estará siempre unida a los mejores recuerdos de mi vida. Y aunque, “como dijo alguien” en un comentario, yo tampoco siento nostalgia por un tiempo pasado, creo que somos nosotros y nuestros recuerdos, y si éstos son buenos... pues mucho mejor!.