“Con todos los sentidos en estado de alerta, avanzaron
cautelosamente por el interior de la cueva pegándose a la pared. Cuando sus
ojos se acostumbraron a la oscuridad del interior, miraron asombrados a su
alrededor. Un alto techo abovedado dominaba un salón inmenso suficientemente
ancho para dar cobijo a un número de personas superior al de los miembros del
Clan. Avanzaron paso a paso a lo largo de la áspera roca en busca de orificios
que pudieran conducir a profundidades mayores. Cerca del fondo surgía de la
pared otro manantial formando una poza pequeña y oscura que se desvanecía en el
suelo terroso y seco un poco más allá. Pasada la poza, la muralla de la caverna
formaba un angulo hacia la entrada. Siguiendo la muralla Oeste de vuelta hacia
la entrada, vieron gracias a la luz que aumentaba progresivamente, una oscura grieta abierta en la muralla gris
tenue.
Con Grod sosteniendo la luz muy por encima de su cabeza y
Brun yendo por delante con la maza dispuesta, entraron los dos en la negra
fisura. Avanzaron lentamente por un enorme corredor angosto que al cabo de unos
cuantos pasos trazaba un ángulo abrupto, hacia el fondo de la cueva; justo
después del angulo se abría una segunda cueva. La pieza, mucho más pequeña que
la principal, era casi circular ….
La suerte y la buena fortuna estaban garantizadas para el
clan que viviera allí. Resultaba evidente que la caverna habia quedado
deshabitada durante años, esperando que ellos la encontraran.
Era una cueva perfecta, bien situada, espaciosa, con un
anexo para los rituales secretos, que podría ser usada en invierno y en verano;
un anexo del que manaba el misterio sobrenatural de la vida espiritual del
Clan. Mog-Ur ya estaba imaginando las ceremonias. Aquella pequeña cueva sería
su dominio. La búsqueda había concluído, el Clan tenía un hogar…”
Autor: Jean M. Auel
Ed. Maeva S..A.( 1.980)
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